viernes, 31 de enero de 2014

De Tamayo a La Terrera. Rio Cabriel el 9 de febrero de 2014.



Un total de 42 caminantes de Casas Ibáñez, Fuentealbilla, Villamalea, Albacete, Pozohondo y Tarazona hemos realizado esta ruta este 9 de febrero
La ruta debería haber comenzado en Tabaqueros, pero hemos decidido avanzar un poco más para acortarla un poco, por lo que  comenzamos en una senda de unos 3 kilómetros hasta el rio, pasando por  unas muy bien definidas carriladas y una piedra de molino partida y abandonada en el camino, por alguien a quien se le debió caer a saber hace cuantas décadas. Poco después hemos bajado hasta la aldea de  Tamayo, con su impresionante platanero de 30 m.  bajo el que se organizaban unos estupendos bailes riacheros   donde hemos hecho la foto de grupo .Desde allí, hemos cruzado el rio Cabriel, por cierto tan limpio y cristalino como siempre, para llegar a la otra orilla a una aldea del mismo nombre pero de distinta comunidad autónoma, la de Valencia , donde hemos almorzado. Reanudamos nuestra ruta por la margen derecha del Cabriel, por una encantadora senda con vistas espectaculares del río que discurre tranquilo, y algunos rápidos y que nos hacía parar constantemente a hacer fotos.
 Tras cruzar la Rambla del Ratón llegamos a una huerta abandonada con casa en muy mal estado y corral de ganado y hemos continuado por una senda con estupendas vistas primero subiendo y finalmente bajando hasta la Terrera (Molino y aula de Naturaleza) pertenecientes al municipio de Casas Ibáñez, tras un pequeño descansillo hemos regresado por la misma senda, aunque hemos atajado por otra al principio. En total 13 km de caminata.
Decir que hemos contado de nuevo con las estupendas explicaciones de Santiago y de José Miguel acerca de diversos temas sobre fauna, flora, geología, e historia.
Como no íbamos mal de tiempo en Villamalea hemos parado a echar una caña, que luego se ha convertido en un aperitivo en toda regla.
Muchas gracias a todos por vuestra participación, y en especial a los/as amigos/as de Villamalea que hoy nos han guiado y acogido.

Aquí algunas FOTOS


7 comentarios:

  1. Os recordamos que prometimos inventar una leyenda sobre los mojones de la Rambla del Ratón.

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  2. Manuel Jimenez Sáezfebrero 16, 2014

    Manuel Jimenez Saez
    LEYENDA DE LOS MOJONES DE LA RAMBLA DEL RATÓN:
    Hace muchos, pero que muchos años vivía por aquellos parajes una mujer que se casó con un anciano muy ávaro, con el ánimo de heredar su fortuna cuando muriera. Pero pasaban los años y el anciano no daba síntomas de estar enfermo, si no al contrario, gozaba de una salud envidiable.
    La moza desesperada no sabía que hacer, el tiempo pasaba y mientras que ella se veía envejecer, su marido cada día estaba más joven y más lozano. Ante tal echo no se le ocurrió otra cosa que la malvada idea de envenenarlo, una noche cuando ya habían terminado de cenar, le aplicó en la infusión que por costumbre tenía de tomar el anciano un brebaje letal, éste, al ingerirlo empezó a sentirse muy mal y al cabo de algunos días murió. El médico le achacó la muerte a un cólico miserere que se estilaba mucho por entonces.
    La flamante viuda fue al notario a los pocos días para que le leyeran el testamento, y con regocijo observó que toda la herencia del anciano era suya.......pero había un párrafo que la intrigó mucho porque decía así:
    De todas mis tierras mi esposa puede hacer uso y venderlas si lo estima oportuno, todas menos una loma que hay en la parte alta, donde puse un pequeño MOJÓN de piedras, por cada año que pasé felizmente casado con ella, esta loma nunca la podrá vender.
    La mujer fué al día siguiente a la loma que había mencionado su difunto esposo y efectivamente allí estaban tantos mojones como años había compartido con su marido, pero lo que realmente la asustó y le hizo enloquecer es QUE CADA AÑO QUE PASABA HABÍA UN NUEVO MOJÓN EN AQUELLA PRECIOSA LOMA.

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    1. Muy bueno, Manolo.
      Has conjugado el engaño, la tragedia y el amor, componentes estos, tan de actualidad en este mundo.
      Saludos.

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  3. Cuenta la leyenda que en la llamada Rambla del Ratón donde el Cabriel serpentea en mitad de un majestuoso paisaje, muchos elegían la altura que proporcionaba la colina para arrojarse al vacío dada su desesperación; esto ocurría con mucha frecuencia entre los siglos XV al XVIII donde las guerras, las epidemias, las persecuciones, la intolerancia campaban a sus anchas, y hacían la existencia a veces muy complicada.
    Ancianos abandonados, mujeres mancilladas, hombres que no querían luchar en guerras injustas o parejas a las que la epidemias había arrebatado a sus hijos, subían hasta allí, miraban al rio , suspiraban, cerraban los ojos y se arrojaban al vacío.
    Heriberto , un chico que en 1665 tenía 14 años, todo un adulto en esa época, estaba desesperado. Su madre había sido acusada de bruja por el inquisidor de Casas Ibáñez y ajusticiada en el rollo de la justicia de su plaza principal, su padre a causa de no poder pagar unas deudas fue condenado a galeras durante 15 años, y sus hermanos pequeños que quedaron a su cargo habían muerto a causa de la viruela. Heriberto sin nada que perder lloraba hundido, no quería vivir más. Se encaminó hacia la Rambla de Ratón para arrojarse al vacío, había oído muchas veces que la gente lo hacía.
    Allí estaba con los ojos fijos mirando el agua juguetona del Cabriel, repasando en su cabeza pasajes agradables vividos con su familia, que nunca más volverían, quería que estos buenos pensamientos fuesen su última visión.
    Hizo el ademán de arrojarse al vacío, cuando de pronto, alguien lo cogió del brazo e impidió que cayera. Asustado pues no notó a nadie aproximarse, giró su cabeza, y vio una silueta con un mono blanco, y un casco de cristal. Nunca había visto nada semejante. ¿Qué era aquello? ¿Satanás?
    Cuando pudo articular palabra, se lo preguntó directamente.
    El hombre se quitó el casco, parecía humano pero no lo era. La cabeza era más grande, verde y con los ojos negros intensos, con triple párpados. Le dijo que no se asustara, que venía de un planeta similar a la Tierra, pero ubicado en otro sistema solar. Era de una civilización mucho más avanzada, que llevaba desde hace tiempo observando la autodestrucción de los habitantes de la Tierra.
    Esa civilización más adelantada había conseguido desarrollar su mente de forma increíble, y una de las cosas que habían logrado era arrancar los malos pensamientos y la mala suerte de la gente buena.
    Heriberto había sido designado como “gente buena” y se había ganado el derecho a cambiar su suerte.
    Le explicó como había de hacerse el proceso para optar a ese favor, y tras eso lo mandó de regreso a su pueblo. El chico asustado volvió a casa. ¿Cómo cambiaría su suerte?
    Al día siguiente, le llegó la noticia, que el inquisidor que había condenado a su madre a muerte, fue encontrado yaciendo en la cama con el Arzobispo de Valencia y condenados ambos, era una dulce venganza que gustó a Heriberto. Pero es que a los pocos días, sin saber porque razón su padre fue liberado de galeras y regresó a casa donde inició un próspero negocio carpintero que llevó a ambos a tener una vida más o menos acomodada.
    Heriberto siempre se preguntaba si aquello fue casualidad o era real.
    Por si acaso dejó escrito lo que aquél “astronauta” le dijo.
    “Cuando tengas mala suerte, y malos pensamientos, dirígete a la Rambla del Ratón, mira fijamente al rio Cabriel, toma aire, y cierra los ojos. Acto seguido, levanta un mojón con las piedras de tu alrededor, esto llamará la atención de los seres de ese planeta cuyo nombre no conocemos. Si el comité de sabios determina que eres una buena persona, vendrán, se llevaran todo lo malo que te atosiga para destruirlo, y tu suerte cambiará por completo, eso sí solo si eres considerado buena persona”
    Desde entonces , miles de personas acuden a ese punto, realizan ese ritual, levantan un mojón de piedras, y se marchan , con la esperanza de ser reconocidos como buenas personas, y que ese ser con mono y casco blanco baje hasta allí y su mala suerte cambie por completo.

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    1. Floren, tu historia me retrotrae algonas notas de antaño que me entonan tristeza y melancolía, pero la mezcla con otros mundos, me arrancan una sonrrisa, al tiempo que refleja ficción y realidad.
      Un saludo.

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  4. Perdón por la tardanza, aqui está mi historia:

    EL CAZADOR ARREPENTIDO

    Hace unas cuantas décadas vivió en la zona un hombre que cazaba. Por aquel tiempo, los hombres humildes como él no cazaban por deporte sino como forma de sustento, para alimentarse ellos mismos y sus familias. Pero este no es el caso de nuestro hombre. Aprovechaba las piezas que cobraba, se alimentaba de ellas o bien las vendía o regalaba, pero su verdadera motivación para la caza era matar seres vivos. No había ninguna otra actividad que le satisficiera tanto, con ello se sentía poderoso, importante. Zorras, conejos, liebres, jabalíes….en un momento estaban vivos y al instante siguiente no. Disfrutaba viendo como la vida de aquellos animales se apagaba hasta desvanecerse. Era un cazador muy prolífico y siempre cazaba solo. Conocía el comportamiento de los diferentes animales y sabía seguir sus rastros o encontrar los lugares donde podían tener sus guaridas.

    Un día que había salido con su escopeta en busca de algo que abatir, distinguió en una zona embarrada las marcas dejadas por el paso de un jabalí. Alentado por su descubrimiento siguió el rastro sigilosamente y llegó a una zona donde oyó unos gruñidos tras unas zarzas que se movían: lo había encontrado. Lo encañonó con su arma y disparó. El animal lanzó un tremendo chillido cuando la pólvora lo alcanzó y salió huyendo herido. El cazador siguió el rastro de la sangre que brotaba del animal, estaba convencido de que pronto lo encontraría agonizando. De pronto, oyó algo moverse tras de sí y recibió un golpe que lo lanzó rodando por el suelo. Magullado consiguió incorporarse, viendo que se encontraba al borde de una escarpada colina y allí frente a él había un enorme jabalí herido. En la caída había perdido el arma. El jabalí babeaba y parecía estar furioso, se estaba preparando para envestirle y no tenía escapatoria posible. Cuando el animal emprendió el ataque, el hombre, en un gesto instintivo, cerró los ojos y se cubrió la cara con las manos, sabiendo que aquello de nada iba a valerle. En el instante que duró el momento antes del golpe, el hombre sintió un miedo atroz y pensó que así debían sentirse los animales a los que había acorralado y matado justo antes de morir. Esperó, pero no sucedió nada. Al poco, abrió los ojos y el jabalí no estaba ni había rastro de él. Volvió a su casa sintiéndose afortunado pero aquella noche no pudo dormir.

    Al día siguiente, volvió al lugar donde había sucedido todo y encontró su escopeta. Sin pensar lo que hacía, cavó un hoyo en la tierra y la enterró allí. Después puso un montón de piedras sobre el lugar y pensó en todos los animales que había matado en su vida y sobre aquellas piedras lloró. Lloró por las vidas que había quitado y por haber disfrutado haciéndolo, lloró también por sí mismo y volvió a su pueblo con el firme convencimiento de que jamás volvería a cazar.
    Cumplió su propósito, pero fue aún más lejos. Desde aquel día se convirtió en un gran defensor de los animales y los parajes naturales en que habitaban y utilizó todos sus conocimientos y energías para protegerlos hasta el fin de sus días. Fue uno de los primeros ecologistas que se recuerdan en la zona.

    Lamentablemente, su nombre y su procedencia se perdieron en el olvido, pero no su historia ni los ideales que promovió. Aún hoy, muchos amantes de los animales y la naturaleza depositan montones de piedras en su memoria en el lugar en que se cree que enterró su escopeta.

    FIN

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    1. Muy bonito el relato y ejemplar en favor de la vida y la naturaleza.

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